Drama y Vulnerabilidad

Cada persona atravesará el proceso de vivir el sufrimiento, con mayor o menor carga de dolor emocional, según el enfoque que tenga de la situación que originó este estado aflictivo.

Está el enfoque dramático, donde nos entregamos de manera plena al estado doloroso del sufrimiento que atravesamos, sin consciencia de lo que realmente ocurre y donde nosotros somos las víctimas.

También está el enfoque vulnerable, donde, de manera consciente, atravesamos el sufrimiento sin entregarnos completamente a ello. Vivimos este estado aflictivo y lo dejamos ir, no nos identificamos como las víctimas de la situación.

Drama y vulnerabilidad son las dos maneras en que atravesamos el sufrimiento. En el estado de drama, la carga emocional es mayor; en contraste, en un estado de vulnerabilidad, la carga emocional es menor.

Es un hecho que las personas tenemos tendencia a sobredimensionar o exagerar el dolor que surge ante una emoción aflictiva, por lo que la mayoría de las veces reaccionamos de manera dramática. Necesitamos aprender a identificar cuando estamos en drama y cambiar hacia un estado de vulnerabilidad para disminuir la carga emocional. Porque el sufrimiento siempre va a existir, transitarlo con menor dolor es una elección que podemos hacer.

¿Qué es el drama?

El drama es la sobrerreacción o magnificación del sufrimiento cuando sucede algún hecho que nos produce dolor emocional. Utilizamos el drama para no hacernos cargo de nuestras emociones y de lo que nos pasa cuando atravesamos una situación difícil.

En un estado dramático, somos las víctimas de las situaciones, de las personas, de la vida; ni siquiera somos partícipes de lo que está sucediendo, simplemente nos identificamos como los receptores del daño que otros nos hacen, nos sacamos de la ecuación del problema. El drama tiene por objetivo la victimización y la transferencia de la responsabilidad emocional al exterior, a los otros. Hago un paréntesis aquí para puntualizar que todas las emociones, sean agradables o desagradables, que surgen ante un hecho, son válidas y merecen ser reconocidas por quien las está viviendo.

¿Por qué dramatizamos el sufrimiento?

Dramatizamos el sufrimiento porque es más fácil, porque en el rol de víctimas podemos generar culpa y pena en los demás, porque nos gusta escuchar que tenemos la razón cuando afirmamos que otro es el responsable de nuestro sufrimiento. Es duro leer que somos personas dramáticas; yo fui muy reactivo la primera vez que me mostraron este aspecto de mi personalidad.

Seguramente conoces estas expresiones: “¿Por qué me hacen esto a mí?”, “¿Por qué me odian tanto?”, “Él/ella tiene la culpa, no yo”, “Yo no hice nada para merecer esto”, “Nadie me entiende”, “Todos están en contra de mí”, “Pobre de mí”, “¿Cuándo van a acabar los problemas?”. Son frases comunes que decimos o pensamos cuando estamos en un proceso dramático.

Si alguien nos dice que estamos siendo dramáticos, nos enojamos, nos ponemos a la defensiva porque alguien se ha dado cuenta de nuestro mecanismo de manipulación. Muchas veces discutimos y buscamos cambiar la imagen de dramático por víctima, vendiendo nuestro sufrimiento, dando nuestra versión de los hechos, justificando nuestra manera de actuar.

Analicemos el drama en un ejemplo: Silvia, de 40 años, lleva 5 años separada de Carlos luego de un matrimonio de 10 años. La relación terminó porque Silvia descubrió que Carlos la engañaba con su mejor amiga, Martha. Silvia no ha vuelto a tener pareja durante estos 5 años porque siente que todos los hombres actuarán igual que Carlos. Además, es muy difícil tratar con ella porque, cuando tiene una cita, comienza a hablar de su relación con Carlos y cómo terminó. En su relato, hace hincapié en el hecho de que la infidelidad fue con su mejor amiga y, en consecuencia, siente que todos los hombres actuarán igual. Con sus amigos sucede lo mismo: cada vez que se reúne con ellos, habla sobre la traición de su amiga Martha y cómo potencialmente todos pueden traicionarla. Esto la ha vuelto una persona solitaria, amargada y difícil de relacionarse.

Veamos dónde está el drama en este ejemplo. Para esto, identificaremos el hecho, lo que sucedió, y lo separaremos del drama, de la exageración.

El hecho es que Silvia y Carlos terminaron la relación, ya no son pareja. El hecho generalmente es puntual, directo, simple, sin adornos ni complementos.

Cuando termina la relación, Silvia se siente sola, herida, engañada, triste. Ella está sufriendo. Esas son las emociones derivadas del hecho, lo que surgió cuando sucedió la ruptura de la relación. Todas estas emociones son válidas para Silvia.

Silvia sobredimensiona este sufrimiento con aspectos externos al hecho: cree que el dolor es mayor porque la ruptura fue por el engaño de Carlos, y que es aún más doloroso porque el engaño fue con su mejor amiga Martha. Entonces, Silvia comienza el proceso de dramatizar el hecho no solo en su interior, sino también en el exterior, ya que cuenta a sus amigos lo que sucedió esperando que validen su posición y le tengan lástima. Silvia desea que la identifiquen como la víctima de Carlos. Siguiendo la misma dinámica, cuando conoce a personas que pueden ser una potencial pareja, recurre al mismo método: dramatizar y victimizar. Pero con ellos es una advertencia de que ya vivió una ruptura por engaño, que sigue sufriendo y, por lo tanto, estará predispuesta a reaccionar de la misma manera si vuelve a ocurrir.

Silvia no tiene la capacidad de reconocer el dolor de la ruptura, no se hace cargo de lo que siente, responsabiliza a Carlos de las emociones que surgieron y lo culpa de todo lo malo que está atravesando. Esto ha limitado su capacidad de amar porque siente que siempre la van a traicionar.

Como ella, muchos de nosotros tenemos la misma actitud. Negamos las emociones que sentimos porque no nos reconocemos como personas que pueden ser afectadas por la parte emotiva de nuestro ser. Por lo general, nos resistimos a transitar el sufrimiento porque hemos sido programados y criados en estructuras sociales donde ser fuertes es la regla y no ser afectados por las emociones, especialmente las dolorosas, es lo correcto. Esto es una estupidez. No manifestar lo que sentimos nos lleva a un estado represivo de nuestras emociones. Para experimentar nuestras emociones, y en este caso particular el sufrimiento, tenemos que ser vulnerables, porque claro está que transitar el sufrimiento cargado de drama no es el camino.

¿Qué es la vulnerabilidad?

El estado de vulnerabilidad, que no debe confundirse con debilidad, es la capacidad que tenemos de ser afectados por nuestras emociones, sean estas de alegría y felicidad o de dolor y sufrimiento. La vulnerabilidad rompe con la visión de ser siempre fuertes, de no demostrar emociones. No es drama porque estamos conscientes de que quien vive la emoción somos nosotros. En el estado de vulnerabilidad podemos hacernos cargo de lo que sentimos porque nos apropiamos de nuestras emociones, reconociéndolas y validándolas. Podemos transitarlas sin caer en el drama.

Existe diferencia entre ser vulnerable y ser débil; en un estado de debilidad carecemos de herramientas y mecanismos de gestión para las situaciones difíciles de la vida y terminamos rindiéndonos al drama ya que no tenemos la capacidad de controlar lo que nos está sucediendo. En cambio, la vulnerabilidad es aceptar todo lo que está sucediendo dentro de nosotros sin oponer resistencia, reconociéndonos como alguien con la capacidad de sentir permitiendo que las emociones nos afecten, sin reprimirlas, sin negarlas. En un estado de vulnerabilidad, puedo reconocer que me afecta el exterior, mi trabajo, mi familia, mis amigos, mis relaciones; pero las emociones que surgen en mi interior son mi responsabilidad.

Volviendo al ejemplo, Silvia debe salir del drama. Para esto, necesita tomar responsabilidad sobre el sufrimiento que está atravesando, entrar en un estado de vulnerabilidad y entender que el sufrimiento es suyo y no de Carlos ni de Martha.

Si analizamos el caso de Silvia nuevamente, ella tiene un deseo obsesivo de ser la víctima. El dolor de la separación llena el vacío que dejó el desamor de Carlos. Entonces, mientras sea la víctima, siempre tendrá el dolor de la ruptura de la relación ocupando el espacio de la falta de amor en su interior. Está apegada emocional y mentalmente a la idea de que es una víctima, no solo de Carlos, sino de todos los hombres, de sus amigos y de todas las personas, porque cree que todos, sin excepción, pueden traicionarla. Podemos ver que los dos componentes del sufrimiento, deseo y apego, están presentes en el ejemplo.

Para salir de este proceso dramático, Silvia necesita hacerse cargo de su sufrimiento para hacer el duelo de la pérdida de su relación de manera consciente y así vivir realmente la angustia de estar sola. Atravesar este proceso es doloroso pero necesario, porque si continúa en negación no podrá salir del rol de víctima, sin capacidad de amar y ser amada.

Silvia debe desapegarse de la imagen de víctima que tiene de sí misma, construida en función del exterior, de los otros; debe dejar ir el deseo de ser la víctima del mundo.

Todos somos Silvia. Cambiemos la ruptura amorosa por una pelea con nuestros padres, por la muerte de un hermano, por la despedida de nuestros hijos, por no haber concluido la carrera, por no tener la cantidad de dinero que deseamos, por el bullying sufrido en la escuela, por atravesar una enfermedad, por todos esos aspectos que nos causan angustia y sufrimiento. Reconozcámonos como víctimas y el mundo comenzará a tener sentido. Iniciará con la rabia hacia nosotros mismos por todo el tiempo que no aprovechamos, pero esa rabia nos motivará a hacer algo, a tomar las riendas de nuestras vidas y dejar de ser hojas sopladas por el viento. Nos impulsará a encontrar la manera de salir del sufrimiento, aprenderemos a transformar la rabia en aceptación, en autocuidado y compasión, aprenderemos a amarnos por completo a nosotros mismos y, por ese amor, seguiremos trabajando. En el proceso, muchas veces fallaremos y muchas otras lo conseguiremos, pero de eso se trata: de continuar intentándolo, sin perder la fe y la confianza de que lograremos dejar ir el apego al victimismo.

Silvia y todos nosotros necesitamos desarrollar ese buen corazón, capaz de perdonar a Carlos y a Martha, capaz de perdonarnos a nosotros mismos, valiente para quedarnos vacíos de las emociones aflictivas y con fe de que ese vacío será llenado por nuestro amor propio.

Agradezco el tiempo que tomaron para leer este artículo y recuerden hacerse esta pregunta siempre que lo necesiten: ¿Cómo me siento? La respuesta honesta, libre de juicio, prejuicio y negación los conducirá a la liberación del sufrimiento. Les deseo paz.

Por Ariel Gonzales, Terapeuta de Integración Emocional

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